viernes, 14 de diciembre de 2012

Guerra Santa: La persecución de los pecadores

La guerra santa es una guerra "justificada por Dios" que conduce a la "salvación eterna" de quien muere en ella. Al escuchar “Guerra Santa” se nos viene a la mente el mundo islámico, pero no son los únicos ni mucho menos como veremos luego. 
En los tiempos modernos se ha usado también como un modo de definir diferencias culturales e históricas entre combatientes, sin que sea la religión necesariamente la causa principal. 



En el cristianismo, el concepto de guerra santa puede rastrearse a través de la formulación del concepto o doctrina de la guerra justa por Agustín de Hipona en su célebre obra "Civitate Dei", que es continuada por otros autores a lo largo de la Edad Media, como Tomás de Aquino.

Se ha utilizado la idea de «guerra santa» en épocas diversas y en numerosos conflictos, religiosos o no, normalmente para legitimar intereses geopolíticos o económicos. Son ejemplos clásicos de guerra santa las cruzadas o las guerras católicas contra las consideradas herejías (cátaros, protestantes, etc.).


La guerra civil española se puede considerar cruzada porque la lucha tuvo por objeto liberar territorios que otro día fueron cristianos y de los que se hicieron dueños los enemigos de la fe, destruyendo todo el testimonio o vestigio del cristianismo. 

Aunque oficialmente no fue declarada cruzada por el pontífice Pío XII, así se la denominó oficiosamente durante la dictadura de Paquito Franco. 

El Concilio Vaticano II hizo una condena explícita a la crueldad de la guerra, llegando a instar «a procurar con todas nuestras fuerzas preparar una época en que, por acuerdo de las naciones, pueda ser absolutamente prohibida cualquier guerra».




El Vaticano no es un concilio de defensa, a tenor del cual la cristiandad se replegara sobre sí misma para salvaguardar de la corrupción sus tesoros. No es tampoco un concilio batallador, inspirado en el equívoco designio de conquista. La Guerra Santa es santa en la medida que deja de ser guerra. No importa tanto conquistar cuánto ser uno mismo conquistado por el amor. [...] No es éste, por supuesto, un concilio de defensa ni de ataque. Se trata de un concilio de amor. «¡Sea el amor el único vencedor de todos!», pedía hoy conmovido Pablo VI (en el discurso de cierre del Concilio).


En el islam también existe la idea desde los primeros tiempos: en Medina entre  624 y 630, hay una glorificación de las razzias (ataques sorpresa) y de la revelación coránica, su justificación y reglamentación. El Corán, aunque no lo formula de un modo específico, ya que el concepto de jihad, que suele traducirse (impropiamente, a juicio de algunos) como guerra santa, es en realidad mucho más amplio, incluye también la acción violenta. De acuerdo con el Corán, ante todo la guerra es la guerra que se libra con la própia alma. Muchos conflictos actuales son calificados de yihad en su sentido de combate, de guerra y a menudo las acciones terroristas de carácter islamista son calificadas por sus autores del mismo modo, sin embargo, esto no es más que una apropicación indebida y los sabios cualificados del islam no han dejado de negar la legitimidad de tales afirmaciones. 



En la religión judía, la expresión “Milkhemet Mitzvah”, (En hebreo מלחמת מצווה.  Pasad de esto que no se entiende y quedaos en que esas palabras significan "la guerra por mandamiento"). Se refiere a una guerra que es a la vez obligatoria para todos los Judios (hombres y mujeres) y se limita al territorio dentro de las fronteras de la tierra de Israel. 



Entre 1931 y 1948, el "Irgún", fue un grupo sionista que operó en el Mandato de Palestina. La política de Irgún se basaba en lo que entonces se llamó el sionismo revisionista. Según Howard Sachar, "La política de la nueva organización se basaba firmemente en las enseñanzas de Jabotinsky: cada Judio tiene el derecho de entrar en Palestina, sólo represalias disuadirían a los árabes, y sólo la fuerza armada judía aseguraría el estado judío". Dos de las operaciones más relevantes de el Irgún son: el Atentado al Hotel Rey David en Jerusalén, el 22 de julio de 1946 y la masacre de Deir Yassin, llevado a cabo junto con Lehi, el 9 de abril de 1948.

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