En inglés, «issue»
significa tema candente, tema de importancia capital.
El tema
candente en el siglo XIX fue el imperialismo: los grandes imperios se crearon
en esos siglos: el imperio inglés, el americano, el alemán, etc
El tema
candente en el siglo XX fue la descolonización. Y la resistencia de los grandes
imperios a la misma.
Y el tema
candente del siglo XXI son los derechos humanos.
Estas
afirmaciones podrían hacernos pensar que la humanidad va por muy buen camino:
nos liberamos de los imperios y ahora defendemos los derechos humanos. Pues
¡qué bien!
Desgraciadamente
las cosas no son tan sencillas.
Porque ya en
el siglo XX la descolonización sufrió serios reveses que tuvieron, además,
efectos colaterales terribles: el fascismo antepuso los pueblos (o lo que dicha
tendencia entendía como pueblo) a la persona. Así Hitler, Stalin, Franco,
Pinochet, la dictadura argentina, Pol Pot hicieron del individuo no un fin sino
un medio para conseguir sus fines.
Por ejemplo,
Hitler no tuvo el más mínimo reparo en masacrar a la población civil en Londres
o destruir completamente la ciudad de Coventry para intentar doblegar la
resistencia británica. Tampoco tuvo inconveniente en masacrar a judíos,
gitanos, homosexuales, ni en hacer horrendos experimentos médicos con ellos,
con tal de purificar una supuesta raza aria. La dictadura argentina, Franco y
Pinochet no tuvieron inconveniente en hacer desaparecer a las personas (por
supuesto, eliminarlos sin ningún tipo de juicio -que es propio de las democracias
decadentes, tal como las llamaba Franco) incluyendo el robo de bebés, robos con
la colaboración activa de la Santa Madre Iglesia, la misma que llevaba a Franco
bajo palio. O Stalin y Pol Pot en promover ejecuciones de miles y miles de
personas, y crear horrible prisiones o Gulags,para crear una supuesta sociedad
nueva. O bombardear a la población civil de Hiroshima y Nagasaki, para así
someter a Japón.
Esto sucedió
y, siendo grave el dolor físico infringido a las personas y las víctimas, hay
un «daño colateral» terrible, un «daño colateral» que desgraciadamente perdura
en el tiempo: se ha roto la tradición humanista que empezó en el Renacimiento,
que convertía al individuo, la persona, como el elemento central de la
sociedad: Mientras desde el Renacimiento se creía que todo cambio social tenía
que conseguirse con completo respeto a la persona, ahora, fascismo, comunismo
soviético (para distinguirlo de otros comunismos o socialismos) y capitalismo
(al menos, algunas formas del mismo) convertían al individuo en un apéndice de
la sociedad al que, si hace falta, se extirpa sin más mínimo remordimiento, de
la misma forma que no sentimos dicho remordimiento cuando nos cortamos las
uñas, el pelo o nos amputamos un miembro en el hospital.
Los efectos de
dichas tendencias han sido terribles. Citaré algunos de ellos:
·
El integrismo islámico no tiene inconveniente en
provocar matanzas indiscriminadas de civiles.
·
Los grupos terroristas como el IRA y ETA, entre
otros, no han tenido el menor inconveniente en sacrificar a personas inocentes
y disidentes (como fue el caso de Yoyes, a quien ejecutaron por su disidencia,
en una plaza pública delante de su hijo).
·
Israel (con el beneplácito de EEUU y de la Unión
Europea) está llevando a cabo un expolio sistemático de las tierras palestinas
y una limpieza étnica, con matanzas de civiles, mueres y niños incluidos. Y no
tiene ningunos límites morales: por ejemplo, el servicio secreto israelí, el
MOSAD, no ha tenido inconveniente en envenenar (lo mismo que ha hecho Puttin
con disidentes) al jefe del gobierno palestino, Yase Araf.
·
Dich Cheney, vicepresidente de EEUU con Bush, creó un manual de la tortura
que se aplicó en Guantánamo (donde se mantuvo a detenidos secuestrados, sin
juicio, en un limbo legal, durante muchos años), con el beneplácito del trío de
las Azores.
Lo que tienen
de común todos estos hechos son una falta de respeto, un desprecio de la
persona, una negación del humanismo. Y esta falta de la más mínima
conmiseración humana, de la más mínima caridad, tienen lugar con el silencio
cómplice de las iglesias y religiones, las mismas que llenan las plazas con
manifestaciones en contra del matrimonio homosexual o el aborto, que parecen
ser mas graves que los holocaustos.
No es muy
probable que en el siglo XXI haya un conflicto a gran escala como fueron las
dos grandes guerras. En todo caso, los conflictos tendrán lugar en «zonas
periféricas», como en Siria, el África subsahariana, etc.
Pero lo que si
se va a dar es una falta absoluta de respeto a los derechos humanos: mientras
oficialmente, en las instituciones se nos llena la boca con los «derechos
humanos», en la práctica se tiene una doble o triple moral: se condonan, cuando
no se colabora, las masacres de palestinos (al fin y al cabo son solo árabes) o
se mira para otro lado con respecto a las numerosísimas penas de muerte en
China o en Estados Unidos (incluyendo a deficientes mentales y menores de
edad).
Pero las
agresiones a los derechos humanos no solo se dan en «zonas periféricas«. Dentro
de las viejas sociedades, el individuo es víctima de numerosos abusos: Así se
intenta reducir (o anular) los derechos de los individuos supeditado servicios
como la salud, la educación y la vivienda a aquellos que pueden pagarlos (que
es una forma de atentado contra los derechos humanos) y a oscuros intereses
ideológicos. Así, por ejemplo, una reforma sanitaria tan tímida como la del
presidente Obama, que intenta promover algo tan básico como el derecho a ser
atendido por un medico, independientemente de los ingresos que se tengan, ha tenido una fuerte contestación por el «establishment»
americano, porque este no quiere hacer
el más mínimo sacrificio.
Y el resultado
(en las viejas sociedades) son comunidades muy ricas (en ciertos sectores) y
terriblemente pobres en otros, con unos servicios públicos, entre ellos la
salud, de mucha menor calidad que los países del tercer mundo.
La lucha y
defensa de los derechos humanos va a ser «the issue» del siglo XXI.
Elaborado por José Manuel Espigares García, Catedrático de inglés
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