Así, ejerciendo este derecho constitucional, un sujeto llamado Sean Murphy utilizó una escopeta para defenderse de una verruga que le venía martirizando durante los últimos cinco años. El hombre había acudido a dermatólogos y especialistas varios, había usado todo tipo de remedios (farmacéuticos y caseros) para deshacerse de tan molesto acompañante. La verruga de uno de sus dedos le complicaba sobremanera la vida, ya que los tremendo picores que le ocasionaba no le dejaban centrarse en su trabajo. ¡Ni siquiera podía dormir durante cuatro o cinco horas seguidas!
Ofuscado por una situación que le resultaba insoportable, tomó una decisión radical. “A grandes males, grandes remedios”, debió pensar. Robó una escopeta, trató de anestesiarse bebiendo varios litros de cerveza y de un disparo eliminó para siempre la dichosa verruga… ¡y el dedo, claro! No solo eso, lejos de reconocer que quizás había perdido un poco los papeles, aseguró que había valido la pena sacrificar el dedo con tal de deshacerse de la molesta protuberancia. ¿Acaso no conoce las virtudes del nitrógeno líquido?
Pero la historia no acaba aquí. Cuando Murphy creía resuelto un problema que le atormentaba, ahora tiene que afrontar dos que pueden ser aún más graves. El primero es que será juzgado por el robo del arma y el segundo es que ha perdido su puesto como empleado de seguridad, ya que la empresa para la que trabajaba le considera incapaz para ejercer su trabajo tras la automutilación de un dedo. Que digo yo que, siendo empleado de seguridad, ¿no tenía un arma de fuego y necesitó robarla? A veces la realidad supera la ficción…
Lo dicho, que alguien revise de una vez la Segunda Enmienda.
Fuente: 20minutos.es
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