González sigue siendo, quizá más que nunca después del traumático cierre de la era Zapatero, el principal referente de los socialistas. Y en gran medida lo es porque así lo ha querido Rubalcaba, que no sólo le consulta de manera habitual sobre sus decisiones sino que, cuando puede, se sirve de su gancho personal para intentar levantar la moral de la tropa.
Como en esta ocasión en la que, sin embargo, no se optó por discursos tipo mítin ni por un reguero de elogios sino por un curioso formato de debate —los dos cara a cara en el escenario— que en ocasiones sonó a amigable discusión entre el maestro y el discípulo que va a echar a volar. Casi 2.000 personas reunió el partido en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid, al que asistieron 40 ex ministros, la mayor parte de los actuales secretarios regionales, el ex vicepresidente Alfonso Guerra, el propio José Luis Rodríguez Zapatero, y numerosas caras conocidas. Lejos de caer en la nostalgia, algo que casa mal con el carácter de González, la dirección del PSOE buscaba con este acto inocular la idea de que hay mucho de lo que estar orgullosos y de que se puede volver a desempeñar un papel similar al de los ochenta.
Pero no hubo modo de evitar que el acto tuviera cierto aire de lección magistral del viejo lobo de mar. «Felipe es adorado, admirado incluso cuando no acierta, un ser libre que dice lo que quiere, incontestado», resume un antiguo colaborador.
Frente a semejante ídolo resultaba difícil emerger. Y en el aire quedaron sus reflexiones, como la apuesta por listas abiertas que impidan que el partido pierda tiempo en luchas internas por entrar en el Parlamento.
Pero el adorado ex presidente también tuvo un mensaje para quienes en los últimos meses han tratado de hacer que la figura de Rubalcaba se tambalee y defendió que hay que abrir un debate «con la sociedad, no interno». «Y si lo hacen interno —subrayó— no lo hagan diciendo que hay que hacer un debate de ideas: aprovechen el tiempo y pongan una sobre la mesa».
El ex presidente arropó también al PSOE frente a quienes les reprochan haber incurrido en contradicciones cuando gobernaban porque, a su modo de ver, «todos los partidos con vocación mayoritaria» tienen que «soportar contradicciones», y añadió que él está siempre dispuesto a revisar sus posiciones «en beneficio del proyecto y la hoja de ruta».
Llegada a La Moncloa
González relató que cuando entró por primera vez en La Moncloa estaba, literalmente, «acojonado» y también desveló que el pasado 30 de noviembre, coincidiendo con el 30 aniversario de su investidura, le llamó el Rey desde el hospital para felicitarle.
Y aludió con profusión al referéndum sobre la permanencia en la Otan, que cree que aquello le costó más votos que la reconversión industrial.
Ovación en pie a Zapatero
También participó en el acto José Luis Rodríguez Zapatero, a quien pasaron el micrófono a su asiento en la primera fila. «Necesitamos una España de más entendimientos, una democracia que se relegitime día a día y un partido que reclame y que mantenga los afectos, la lealtad y la unidad, compañeros», dijo. A Zapatero los suyos le aplaudieron en pie por sus políticas de igualdad.
«Han reaparecido muchos de los temas que tuvimos que resolver entonces: el territorial, la crisis económica, el funcionamiento de la democracia, el estado de bienestar. Necesitamos darle a España un proyecto con profundidad que el Gobierno no tiene. No un programa —matizó Rubalcaba en respuesta al primer comentario de González— sino avanzar en un radicalismo reformista que no supone partir de cero». El actual secretario general trató de dejar clara su visión del momento.
Defendió Rubalcaba que ante el «capitalismo especulativo» el PSOE debe ser «tajantemente anticapitalista», que ha de ejercerse un «suave nacionalismo español» frente a Alemania y que es preciso hacer cambios en el sistema electoral porque los ciudadanos de hoy exigen una dación de cuentas inmediata y perciben que la democracia no ha sabido dar respuesta a sus problemas.
Las coincidencias
Las coincidencias entre su relato y el de González no fueron pocas.
Y de hecho, también Rubalcaba suele defender eso de que el PSOE tiene que ser capaz de articular un proyecto para conseguir un apoyo «mayoritario» frente a quienes, dentro del partido, le instan a virar hacia la izquierda o a asumir las posiciones del 15-M (algunas de las cuales está dispuesto a atender). Si algo reprocharon a Zapatero los veteranos durante su primer mandato fue que se dedicó a gobernar para minorías y tanto González como Rubalcaba comparten la idea de que no se puede dar la espalda a la clase media.
Artículo de Diariodeleon
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