Ya en 1961 fue declarada como Monumento Nacional y, cada día más bonito este pueblo, no faltó quien lo propusiera para ser declarada Patrimonio de la Humanidad. Tal vez por todos estos títulos, ya hubo especialistas que aseguraron que este caserío es el pueblo más bonito de España. Dicen que si lo miras desde lo alto su geografía se muestra tan pulcra y coherente con su pasado que pareciera que el tiempo y la mano del hombre han sabido entenderse y respetarse como en ningún otro rincón del mundo.
Para que Albarracín siga siendo este mar de belleza y pulcritud, pronto también se enterrarán los cables de televisión. El trabajo de restauración es permanente por eso, cuando visites este lugar, podrás disfrutar de edificios finamente preservados como la Casa de la Julianeta donde ahora funciona una Escuela taller, y que es uno de los emblemas de la localidad turolense. Tampoco dejes de conocer el Museo Diocesano, donde se guarda con celo una colección de piezas rescatadas del olvido y la desaparición.
Otro rasgo particular y que hace más encantador a Albarracín es que en su búsqueda de un turismo de calidad y no masificado, su oferta se distingue de otros pueblos similares. Por ejemplo, esa armonía que conserva lo vuelve destino muy frecuentado por pintores, que encuentran aquí un modelo perfecto para su inspiración. El foco también se pone en atraer turistas con la oferta de encuentros, seminarios, semanas de música, cursos de pintura. Para ir abasteciendo al a estos nuevos visitantes, ya están abriendo algunos hoteles que tienen un cariz distinto: íntimos, de trato personalizado y de cocina exquisita.
Historia
En la Edad de Hierro estuvo habitada por la tribu celta de los lobetanos. Se han encontrado importantes pinturas rupestres de esa época en el pinar del rodeno. Durante la época romana se llamó, al parecer, Lobetum, y en tiempos de los visigodos, Santa María de Oriente.
Edad Media
En tiempos de los musulmanes en España, la familia bereber Al-Banu-Razín hizo de estas tierras un pequeño reino taifa de Albarracín. De esta familia le viene el nombre actual (Al-Banu-Razín: los hijos de Razín).
La taifa pasó posteriormente, por cesión o conquista, a la familia cristiana de linaje navarro de los Azagra, que mantuvieron de facto la independencia de Castilla y de Aragón desde 1170, llegando a crear un obispado propio. También el poderoso linaje de Lara ejerció su soberanía sobre Albarracín. Tras el fracaso de conquista por parte de Jaime I en 1220, es Pedro III de Aragón quien la conquistó en 1285 tras sitiarla, pasando definitivamente a la Corona de Aragón en 1300. Esta serie de hechos políticos tuvieron como base la importancia de la fortaleza y del sistema defensivo de Albarracín.
Fue una antigua sede episcopal hasta que, tras la reconquista de Segorbe por Jaime I el Conquistador, se trasladó a esta ciudad de la provincia de Castellón.
El 21 de junio de 1257 el rey Jaime I concedió en Teruel a la Comunidad de Santa María de Albarracín o Comunidad de Albarracín el privilegio sobre competencia de jurisdicción de sexmeros, asistentes y jurados de dicha Ciudad.
Guerra Civil Española
Durante la Guerra Civil Española tuvieron lugar en la localidad combates entre las tropas republicanas y los franquistas, cambiando varias veces manos entre ambos bandos. En julio de 1937 tuvo lugar una ofensiva republicana sobre la localidad, constituyendo el mayor enfrentamiento bélico habido en la localidad durante la guerra. En un rápido ataque, el 8 de julio los republicanos se hicieron en 1937 con el control de la localidad a excepción del Ayuntamiento y la Catedral, en los que permanecieron sitiados militares y civiles que se habían refugiado previamente. Los sublevados reaccionaron enviando refuerzos y el 13 de julio lograron reconquistar la localidad y expulsar a las tropas republicanas de su base de partida.
Fuente: Traveler.com
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