lunes, 26 de noviembre de 2012

La tragedia de Jimmie Nicol, miembro de The beatles durante solo diez días.

Contratado de la noche a la mañana cuando el batería Ringo Starr sufrió una feroz infección de amigdalitis y tuvo que ser ingresado en una clínica, Nicol fue el parche de urgencia reclutado por el agente Brian Esptein para que la caja registradora del cuarteto no dejase de funcionar en la cúspide de la beatlemanía.
 

The Beatles con Jimmie Nicol.

Fue fichado por teléfono el 3 de junio. Al día siguiente tenía que incorporarse. Aceptó, por supuesto. Excepto una simbólica protesta de George Harrison (“si no va Ringo, yo tampoco”), nadie puso en tela de juicio la decisión y el grupo tragó. Epstein no sabía conjugar el verbo cancelar y los Beatles no sabían decir no a su ávido agente.




A Nicol le cortaron el pelo a lo mocker, le dieron permiso para que usara los uniformes beatle de Ringo (los pantalones le quedaban cortos, pero no era plan encargar prendas nuevas para un mercenario), eliminaron de las actuaciones I Wanna Be Your Man, la canción que cantaba Ringo (no se notó demasiado, los conciertos de los Beatles eran de solamente once temas, que pasaron a ser diez) y lo soltaron en la arena del circo.

Fue beatle en ocho actuaciones en Australia —donde el grupo fue recibido por la mayor multitud que congregó nunca: 300.000 personas— , Hong Kong, Dinamarca y Holanda.

Los diez días de Nicol como beatle dejaron cicatrices. El músico no pudo superar la sensación de que había salido del mundo real, caído en una fantasía de veneración ciega, fama sideral y admiración sin condiciones para ser arrancado de ella y arrojado de nuevo a la vulgaridad de la vida.

Ahogó la confusión con un tren de vida loco y nueve meses después de ser un beatle temporal, se declaró en bancarrota.

Siguió tocando en proyectos tan absurdos como mediocres (entre ellos un grupo mexicano que intentó vanamente abrirse hueco en el mercado del bossa nova) y se buscó la vida con una empresita de reformas de viviendas.

Desde hace más de quince años, Jimmie Nicol vive recluido en su casa de Londres.



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